La carne considerada como alimento
(El Ministerio de Curación, Page 240)
El régimen señalado al hombre al principio no
incluía ningún alimento de origen animal. Hasta después del
diluvio cuando toda vegetación desapareció de la tierra, no
recibió el hombre permiso para comer carne. MC 240.1
Al señalar el alimento para el hombre en el Edén, el Señor
demostró cuál era el mejor régimen alimenticio; en la elección que
hizo para Israel enseñó la misma lección. Sacó a los israelitas de
Egipto, y emprendió la tarea de educarlos para que fueran su
pueblo. Por medio de ellos deseaba bendecir y enseñar al mundo.
Les suministró el alimento más adecuado para este propósito, no la
carne, sino el maná, “el pan del cielo.” Pero a causa de su
descontento y de sus murmuraciones acerca de las ollas de carne de
Egipto les fué concedido alimento animal, y esto únicamente por
poco tiempo. Su consumo trajo enfermedades y muerte para miles.
Sin embargo, nunca aceptaron de buen grado la restricción de tener
que alimentarse sin carne. Siguió siendo causa de descontento y
murmuración, en público y en privado, de modo que nunca revistió
carácter permanente. MC 240.2
Al establecerse en Canaán, se permitió a los israelitas que
consumieran alimento animal, pero bajo prudentes restricciones
encaminadas a mitigar los malos resultados. El uso de la carne de
cerdo quedaba prohibido, como también el de la de otros animales,
de ciertas aves y de ciertos peces, declarados inmundos. De los
animales declarados comestibles, la grasa y la sangre quedaban
absolutamente proscritas. MC 240.3
Sólo podían consumirse las reses sanas. Ningún animal desgarrado,
mortecino, o que no hubiera sido cuidadosamente desangrado, podía
servir de alimento. MC 241.1
Por haberse apartado del plan señalado por Dios en asunto de
alimentación, los israelitas sufrieron graves perjuicios. Desearon
comer carne y cosecharon los resultados. No alcanzaron el ideal de
carácter que Dios les señalara ni cumplieron los designios
divinos. El Señor “les dió lo que pidieron; mas envió flaqueza en
sus almas.” Salmos 106:15. Preferían lo terrenal a lo espiritual,
y no alcanzaron la sagrada preeminencia a la cual Dios se había
propuesto que llegasen. MC 241.2
Los que comen carne no hacen más que comer cereales y verduras de
segunda mano, pues el animal recibe de tales productos el alimento
que lo nutre. La vida que estaba en los cereales y en las verduras
pasa al organismo del ser que los come. Nosotros a nuestra vez la
recibimos al comer la carne del animal. ¡Cuánto mejor sería
aprovecharla directamente, comiendo el alimento que Dios dispuso
para nuestro uso! MC 241.3
La carne no fué nunca el mejor alimento; pero su uso es hoy día
doblemente inconveniente, ya que el número de los casos de
enfermedad aumenta cada vez más entre los animales. Los que comen
carne y sus derivados no saben lo que ingieren. Muchas veces si
hubieran visto los animales vivos y conocieran la calidad de su
carne, la rechazarían con repugnancia. Continuamente sucede que la
gente coma carne llena de gérmenes de tuberculosis y cáncer. Así
se propagan estas enfermedades y otras también graves. MC 241.4
En los tejidos del cerdo hormiguean los parásitos. Del cerdo dijo
Dios: “Os será inmundo. De la carne de éstos no comeréis, ni
tocaréis sus cuerpos muertos.” Deuteronomio 14:8. Este mandato fué
dado porque la carne del cerdo es impropia para servir de
alimento. Los cerdos se alimentan de desperdicios, y sólo sirven
para este fin. Nunca, en circunstancia alguna, debería ser
consumida su carne por los seres humanos. Imposible es que la
carne de cualquier criatura sea sana cuando la inmundicia es su
elemento natural y se alimenta de desechos. MC 241.5
A menudo se llevan al mercado y se venden para servir de alimento
animales que están ya tan enfermos que sus dueños temen guardarlos
más tiempo. Algunos de los procedimientos seguidos para cebarlos
ocasionan enfermedades. Encerrados sin luz y sin aire puro,
respiran el ambiente de establos sucios, se engordan tal vez con
cosas averiadas y su cuerpo entero resulta contaminado de
inmundicias. MC 242.1
Muchas veces los animales son transportados a largas distancias y
sometidos a grandes penalidades antes de llegar al mercado.
Arrebatados de sus campos verdes, y salvando con trabajo muchos
kilómetros de camino, sofocados por el calor y el polvo o
amontonados en vagones sucios, calenturientos y exhaustos, muchas
veces faltos de alimento y de agua durante horas enteras, los
pobres animales van arrastrados a la muerte para que con sus
cadáveres se deleiten seres humanos. MC 242.2
En muchos puntos los peces se contaminan con las inmundicias de
que se alimentan y llegan a ser causa de enfermedades. Tal es en
especial el caso de los peces que tienen acceso a las aguas de
albañal de las grandes ciudades. Los peces que se alimentan de lo
que arrojan las alcantarillas pueden trasladarse a aguas
distantes, y ser pescados donde el agua es pura y fresca. Al
servir de alimento llevan la enfermedad y la muerte a quienes ni
siquiera sospechan el peligro. MC 242.3
"Amados, yo os ruego, como a extranjeros y peregrinos, os
abstengáis de las concupiscencias carnales, que batallan contra el
alma," 1 Pedro 2:11. (RV1602P) MC 242.0 (Este verso aparece en
inglés en la web, como si fuera una nota al calce, no como uno de
los párrafos)
Los efectos de una alimentación con carne no se advierten tal vez
inmediatamente; pero esto no prueba que esa alimentación carezca
de peligro. Pocos se dejan convencer de que la carne que han
comido es lo que envenenó su sangre y causó sus dolencias. Muchos
mueren de enfermedades debidas únicamente al uso de la carne, sin
que nadie sospeche la verdadera causa de su muerte. MC 242.4
Los males morales derivados del consumo de la carne no son menos
patentes que los males físicos. La carne daña la salud; y todo lo
que afecta al cuerpo ejerce también sobre la mente y el alma un
efecto correspondiente. Pensemos en la crueldad hacia los animales
que entraña la alimentación con carne, y en su efecto en quienes
los matan y en los que son testigos del trato que reciben. ¡Cuánto
contribuye a destruir la ternura con que deberíamos considerar a
estos seres creados por Dios! MC 242.5
La inteligencia desplegada por muchos animales se aproxima tanto a
la de los humanos que es un misterio. Los animales ven y oyen,
aman, temen y padecen. Emplean sus órganos con harta más fidelidad
que muchos hombres. Manifiestan simpatía y ternura para con sus
compañeros que padecen. Muchos animales demuestran tener por
quienes los cuidan un cariño muy superior al que manifiestan no
pocos humanos. Experimentan un apego tal para el hombre, que no
desaparece sin gran dolor para ellos. MC 243.1
¿Qué hombre de corazón puede, después de haber cuidado animales
domésticos, mirar en sus ojos llenos de confianza y afecto, luego
entregarlos con gusto a la cuchilla del carnicero? ¿Cómo podrá
devorar su carne como si fuese exquisito bocado? MC 243.2
Es un error suponer que la fuerza muscular dependa de consumir
alimento animal, pues sin él las necesidades del organismo pueden
satisfacerse mejor y es posible gozar de salud más robusta. Los
cereales, las frutas, las oleaginosas y las verduras contienen
todas las propiedades nutritivas para producir buena sangre. Estos
elementos no son provistos tan bien ni de un modo tan completo por
la dieta de carne. Si la carne hubiera sido de uso indispensable
para dar salud y fuerza, se la habría incluído en la alimentación
indicada al hombre desde el principio. MC 243.3
A menudo, al dejar de consumir carne, se experimenta una sensación
de debilidad y falta de vigor. Muchos insisten en que esto prueba
que la carne es esencial; pero se la echa de menos porque es un
alimento estimulante que enardece la sangre y excita los nervios.
A algunos les es tan difícil dejar de comer carne como a los
borrachos renunciar al trago; y sin embargo se beneficiarían con
el cambio. MC 243.4
Cuando se deja la carne hay que substituirla con una variedad de
cereales, nueces, legumbres, verduras y frutas que sea nutritiva y
agradable al paladar. Esto es particularmente necesario al
tratarse de personas débiles o que estén recargadas de continuo
trabajo. En algunos países donde reina la escasez, la carne es la
comida más barata. En tales circunstancias, el cambio de
alimentación será más difícil, pero puede realizarse. Sin embargo,
debemos tener en cuenta la condición de la gente y la fuerza de
las costumbres establecidas, y también guardarnos de imponer
indebidamente las ideas nuevas, por buenas que sean. No hay que
instar a nadie a que efectúe este cambio bruscamente. La carne
debe reemplazarse con alimentos sanos y baratos. En este asunto
mucho depende de quien cocine. Con cuidado y habilidad, pueden
prepararse manjares nutritivos y apetitosos con que substituir en
buena parte la carne. MC 244.1
En todos los casos, edúquese la conciencia, apélese a la voluntad,
suminístrese alimento bueno y sano, y el cambio se efectuará de
buena gana, y en breve cesará la demanda de carne. MC 244.2
¿No es tiempo ya de que todos prescindan de consumir carne? ¿Cómo
pueden seguir haciendo uso de un alimento cuyo efecto es tan
pernicioso para el alma y el cuerpo los que se esfuerzan por
llevar una vida pura, refinada y santa, para gozar de la compañía
de los ángeles celestiales? ¿Cómo pueden quitar la vida a seres
creados por Dios y consumir su carne con deleite? Vuelvan más bien
al alimento sano y delicioso que fué dado al hombre en el
principio, y tengan ellos mismos y enseñen a sus hijos a tener
misericordia de los seres irracionales que Dios creó y puso bajo
nuestro dominio. MC 244.3